La ruta comienza a las puertas del cortijo que da nombre a toda la finca: “Cortijo Guadiana”. Un edificio construido y diseñado para realizar las diferentes labores agrícolas.

Cercano al camino que nos va a servir para desarrollar la ruta podremos observar el río que sirve para nombrar a la finca y al cortijo. En sus márgenes podemos encontrar un interesante bosque galería.

Parte de las labores que se desarrollan en la finca la llevan a cabo las ovejas que se estabulan en la granja que aparece a la izquierda del camino. Tradicionalmente, y también hoy en día, éstas se han utilizado para controlar la hierba que aparece bajo los olivos –evitándose con ello que compita por los nutrientes o el agua-, no teniendo, de este modo, que utilizar productos químicos.

Continuando nuestro camino llegaremos al olivar más antiguo de toda la finca, cuyos árboles tienen algún que otro siglo. Una edad que es posible observar en el tamaño de sus troncos, bastante amplios y que recuerdan aquellos retorcidos a los que Miguel Hernández se refirió en su poema. Asimismo, nos podemos acercar a estos árboles y contar el número de pies que tienen, a menudo tres o cuatro, netamente diferentes a lo que veremos con posterioridad, en manejos que siguen modelos más modernos.

A lo largo de algunas hileras de olivos, se ha realizado una plantación experimental de cebada. De este modo, creando un cultivo promiscuo –aunque limitado en el espacio-, un mismo espacio posibilita el abastecimiento de diferentes productos que servirán a distintas empresas.

El establecimiento de una charca en los olivares sirve como punto caliente de biodiversidad, ya que ofrece agua para anfibios, reptiles, aves o mamíferos a lo largo de todo el año. Sobre todo en los meses de verano, cuando las altas temperaturas y las escasas precipitaciones hacen que este recurso escasee.

Con las cajas nido se pretende que las aves tengan un lugar idóneo para su establecimiento, ya que les ofrece refugio tanto para la cría como para vivir, alejándolos de los depredadores naturales. En este caso, esta caja está situada sobre un poste, el cual nos permite sobreponernos a la inexistencia de árboles altos, así como crear espacios desde los que las aves pueden otear el espacio de alrededor.

Continuando nuestro recorrido pasaremos entre una plantación de nogales, otros árboles cultivados tradicionalmente en el ámbito mediterráneo y que, además, también ofrecen grasas saludables.

Las crisopas son insectos beneficiosos para la agricultura, ya que permiten el control natural de ciertas plagas. Desde este lugar es posible observar una instalación realizada con el fin de ofrecerles un lugar idóneo para su desarrollo, posibilitando de este modo el incremento en su número.

Si bien anteriormente pasamos por un olivar tradicional, en este punto estamos atravesando otro que tiene una morfología intensiva. Tal y como se puede comprobar, estos árboles son más pequeños, tienen una densidad mayor y están compuestos por un solo pie que se encuentra erguido, a diferencia de los que nos encontramos con anterioridad. De este modo, es posible una recolección mucho más sencilla, ayudados por maquinaria especializada.

El establecimiento de una charca en los olivares sirve como punto caliente de biodiversidad, ya que ofrece agua para anfibios, reptiles, aves o mamíferos a lo largo de todo el año. Sobre todo en los meses de verano, cuando las altas temperaturas y las escasas precipitaciones hacen que este recurso escasee.

Realizada en un terreno en el que el nivel freático es somero, el fin de esta charca es tan sólo ofrecer refugio a los anfibios o reptiles durante un periodo de tiempo más concreto que las de aquellas que se vieron con anterioridad. De hecho, tan sólo durante los meses de invierno o en primaveras especialmente lluviosas ésta ofrece tal posibilidad.

Espacio en el que se puede encontrar una transición entre el terreno agrícola y otro en el que sigue existiendo matorral mediterráneo y pastizal. De este modo, es posible observar algunas especies tremendamente representativas del monte autóctono, así como otras más difíciles de encontrar, como alguna orquídea.

Continuando por el camino, la vegetación autóctona irá tomando mayor porte, llegando a formarse un encinar que constituye una verdadera isla en el interior de este mar de olivos.

Desde bastante distancia es ya posible vislumbrar una encina que acompaña los designios de estas tierras desde hace algún que otro siglo. Aprovecha su presencia, quizás quieras pasear a su alrededor, ver los insectos y aves que se encuentran en ella o echarte a descansar bajo su grueso tronco.

Restos de un antiguo acueducto que permitía llevar el agua hasta el cortijo.

Con el fin de incrementar la biodiversidad y mejorar el hábitat, hemos creado un lindero revegetando este espacio. De este modo, la fauna tendrá un espacio idóneo para su desarrollo, pudiendo encontrarse recovecos entre los que esconderse u otros que les permitirá cazar.

Otra actuación llevada a cabo para mejorar el agrosistema. En este espacio se ha llevado a cabo una revegetación con distintas especies, alcanzado ésta una mayor densidad y permitiendo crear un ámbito idóneo para el desarrollo de la fauna de los alrededores.

Llegados casi al final de la ruta, podemos entrar en el patio del cortijo, alrededor del cual se distribuyen el resto de estancias. En él, podemos encontrar, por ejemplo, un pilar en el que es probable que hallemos dándose un chapuzón a alguna de las ocas o gallinas que suelen vivir por allí.

En la pared del cortijo se ha instalado un nido de lechuza, con el fin de que se establezcan estas aves, cuya población se ha reducido bastante en las últimas décadas, por la finca y las de alrededor.

En la misma explanada, a la puerta del cortijo en la que comenzamos nuestra ruta, podemos dar por finalizada la misma, tras haber recorrido gran parte de esta finca y conocer en buena medida todo lo que se puede encontrar en ella.